domingo, 23 de agosto de 2009
Cómo me gusta ir a Capital. Es algo que de verdad disfruto. Y eso que odio los colectivos y me hace bastante mal viajar en ellos, pero con mis amigos todo es una buena experiencia.
En fin, no sé qué tiene que me encanta. Es como otro mundo.
Partamos de que amo el subte. Me hace muy feliz. Sentir ese aire en la cara y la sensación de ir tan rápido, me fascina. Puedo ir todo el viaje sonriendo. Y al salir de ese maravilloso lugar, encotrarme con todo eso, ya conocido, pero tan nuevo.
Es raro lo que me pasa cuando veo la Plaza de Mayo. Me agarran ganas de salir corriendo y ver cómo vuelan las palomas espantadas. No porque les quiera hacer mal, pero me gusta cuando todas se elevan en un gran grupo.
También me encanta caminar por Florida. Lo mejor es entrar a las librerías y revisar todo.
Seguir por ahí y chocarte con el Obelisco, ¡qué hermoso! Quedarte un rato ahí sentado, mientras pasan los autos y la gente.
La Avenida 9 de Julio es algo colosal. No puedo tener tantas ganas de cruzarla miles de veces.
Y Palermo es muy lindo también, aunque si no me equivoco está más lejos de todo eso.
Igualmente, la parte que más me gusta es San Telmo. Esas casitas, las callecitas tan angostas, los bares, museos y lugares históricos, ventas de cosas antiguas, los libros, las valijas, las paredes dibujadas.
Aunque Puerto Madero ya no me gusta tanto, me da miedo el agua. No me puedo subir ni a los barcos esos que podés ingresar ni al puente de la Mujer. Me quedo dura.
Yo sé que me faltan muchos lugares por recorrer, pero esa parte, que está todo bastante cerca, la adoro. Espero volver pronto.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Aún así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra.
lunes, 10 de agosto de 2009
En la ciudad gris, bares y cafés
tenés que olvidar, nena, no podés
Era un escritor, se la daba de
era un usador, de tu buena fe
Y justo pensé, pensé por pensar
yo que estaba acá
nena donde estés
cómo, cómo estás
Sexy overol
en el restorán
pero él no te espera él no te espera,
y no olvidás
Y ves, que esta tristeza no puede
ser que algo mejor tiene que
haber,
algo por donde salir a andar
Dale, Dolores no llores
dale, Dolores no llores
dale, Dolores no llores, no...
Uoh uoh uoh servido va tu amor
Si viene y entra por esa puerta,
ay, yo me muero
fantasma o no, vos en él y él en vos
y brillo loco en la bandeja
están tus ojos negros
pero ya basta, ya basta, sabemos que terminó
Dale, Dolores no llores
dale, Dolores no llores
dale, Dolores no llores, no...
uoh oh, oh oh oh
oh oh, oh oh oh
todo pasa...todo pasa...
todo pasa...
miércoles, 5 de agosto de 2009
Mis horas de Filosofía...
A veces la duda puede ser un camino para evitar la búsqueda, ya que en ella se puede no encontrar nada o encontrar algo que no sea de nuestro agrado.
La duda abre muchas actitudes. Puedo dudar para actuar, como también, puedo vivir dudando para eludir la decisión, y no tomarla nunca.
Brecht escribió:
La más hermosa de las dudas
es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza
y dejan de creer
en la fuerza de sus opresores.
Frente a los irreflexivos que nunca dudan,
están los reflexivos que nunca actúan.
No dudan para llegar a la decisión, sino
para eludir la decisión.
Por eso, si alabáis la duda,
no alabéis, naturalmente,
la duda que es desesperación.
¿De qué le sirve poder dudar
a quien no puede decidirse?
Eterna indecisa.
La duda abre muchas actitudes. Puedo dudar para actuar, como también, puedo vivir dudando para eludir la decisión, y no tomarla nunca.
Brecht escribió:
La más hermosa de las dudas
es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza
y dejan de creer
en la fuerza de sus opresores.
Frente a los irreflexivos que nunca dudan,
están los reflexivos que nunca actúan.
No dudan para llegar a la decisión, sino
para eludir la decisión.
Por eso, si alabáis la duda,
no alabéis, naturalmente,
la duda que es desesperación.
¿De qué le sirve poder dudar
a quien no puede decidirse?
Eterna indecisa.
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