martes, 19 de mayo de 2009

"Tal vez engaña saber..."

Y una vez más me siento defraudada. Me engañó. De nuevo. Con la misma. Bueno, sí, pensaran que soy una tonta, que cómo no lo dejé a la primera vez. La verdad es que me costó demasiado, pero ya es la tercera y ésta sí que no se la pienso perdonar. Creo que a esta altura, y eso que recién empiezo, estarán diciendo ah, no, esto tiene que ser un chiste. Pero no, créanme que no lo es: tres veces o quién sabe si más.


Les voy a contar lo que pasó desde el principio.


Conocí a Ramiro en la fiesta de fin de año del año pasado, en lo de una amiga. Yo ya estaba ahí cuando de repente tocaron el timbre y mi amiga me mandó a atender. Abrí la puerta y fue en un segundo, en un intercambio de miradas, que me di cuenta que después de esa noche, con ese invitado no podíamos ser solamente conocidos. No tengo la más mínima idea de qué habrá sentido él al verme, pero yo me quedé estupefacta. Me lo quedé mirando hasta que en su perfecta boca se dibujó la sonrisa más bella que Dios podía haber creado y con una voz totalmente irresistible me dijo:


-¿Puedo pasar?


Esa pregunta me trajo de nuevo a la realidad, me corrí un poco y finalmente entró a la casa. Mientras caminaba hasta el sillón, arreglé un poco mi pelo, el vestido que llevaba puesto y me miré el maquillaje en el espejo que hay por sobre el mueble del living. Claro que sin perder de vista su caminar. No, yo tampoco sé cómo hice todo eso al mismo tiempo.


Romina, la dueña de la casa, mi amiga, se estaba cambiando arriba, en su habitación.


Aunque no soy de las personas más agradables que existen, le ofrecí algo de tomar. Él aceptó. Di media vuelta, me dirigí hasta la cocina y volví al living con tres copas y una botella de vino tinto. ¿La tercer copa? Había que disimular un poco y la había llevado con la excusa de que era para cuando bajara mi amiga. Bien, la situación era bastante incómoda: dos extraños sentados uno frente al otro, tomando vino y recorriendo con los ojos toda la habitación, ya que nadie se animaba a hablar. Él tomó la iniciativa y me preguntó:


-¿Y vos de dónde conocés a Romi?


-De la facultad, estudiamos juntas. ¿Vos?


-La conocí hace como dos años en la costa y desde ahí que somos muy amigos.


-Nunca me habló sobre vos.


-En cambio a mí sí me habló de vos y no se equivocó en nada.


-¿Por qué lo decís?


-Me dijo que eras muy linda y dulce. Y, a decir verdad, por más cosas que también dijo estaba ansioso por conocerte.


Ni siquiera dije gracias, solté una risita tonta y me puse muy colorada. Hice fondo blanco con mi copa y casi me ahogo, pero por suerte no pasé tal vergüenza.


Al fin, Romina ya estaba bajando por las escaleras. Largó uno de esos comentarios bastantes desubicados que suele hacer ella.


-Veo que ya se estaban poniendo cómodos.


Ramiro se rió bastante y yo me reía mientras la miraba con cara de asesina serial. Cuando terminó de saludarlo le pedí que POR FAVOR me acompañara a la cocina, que le quería mostrar una cosita. Mentira, quería averiguar qué le había estado diciendo al pobre chico. Había dos posibilidades: a) le dijo que por favor hiciera algo por mí esa noche, debido a que estaba completamente desesperada, ya hacía tres años que no salía con hombres y tenía miedo de que la empezara a mirar a ella, o b) le habló maravillas sobre mí e incluso le inventó varias cosas, como que en mi tiempo libre era detective secreta y parecía la caricatura esa de Roger Rabbit. Pero no, solamente me había descripto así como era, y él se había visto bastante interesado, según lo que Romina me había contado. Además de que tus amigas siempre te tiran esas frases esperanzadoras, “está buscando una relación seria”, “no paró de nombrarte cada vez que podía”, “se nota que le re gustas” o “el que no arriesga, no gana”. Confieso que yo también lo he hecho muchas veces.


Ahora se preguntarán cómo soy yo. Seguramente su subconsciente estuvo creando cierta imagen mientras iban leyendo. Y los hombres pensaron que era una especie de Luciana Salazar, y las mujeres que era una piba normal. Bien, bórrenla.

Soy Amelia, tengo 20 años, mido 1,60, demasiado petisa para mi edad, lo sé. No soy ni flaca ni gorda. No tengo una buena delantera y no tengo las piernas como Dolores Barreiro, pero no me quejo. Aunque, para serles sinceros, tengo cierto problema con mis caderas, pienso que no están para nada proporcionadas con el resto de mi cuerpo. Tengo pelo corto castaño, un gran flequillo para el costado, ojos marrones y tez blanca. Uso ropa normal y me fascinan los vestidos de los 60.

Ramiro, un chico de 21 años, mide más o menos 1,85. Tiene un lindo cuerpo, con algunos músculos, pero sin exagerar. Tiene unos rulos perfectamente formados, ojos azules a los que nadie podría resistirse y una tez normal, ni morena ni tan blanca como la mía. Se viste demasiado normal para mi gusto.


En fin, no sigamos perdiendo el tiempo en eso, y vamos a lo nuestro.


Volvimos al living, y empezaron a llegar más invitados. Conocía a algunos y a otros no. Llegada la mitad de la noche, me dispuse a conocer a este misterioso, y no tanto, hombre. No sabía cómo iba a comenzar a hablarle. Entonces, decidí esperar al momento en el que estuviera solo, chocármelo “por accidente” y hablarle como si nos conociéramos hace tiempo. Pues, así sucedió.


Una cosa llevó a la otra, varias copas de alcohol más, no sé cómo estaba en su auto. Eran las 4 A.M. y me estaba alcanzando hasta mi casa. No debería haber hecho eso, porque ambos estábamos muy ebrios, pero era mi oportunidad. Ese momento pareció más una película yankee que algo que yo estuviese realmente viviendo. Paró el coche en frente del edificio donde vivo y me dijo:


-La pasé muy bien con vos en la fiesta.


-Sí, yo también.


-No quiero volver a verte – disparó él.


Mi cara de decepción cambió de un momento a otro. Hasta que volvió a la carga y lanzó una frase matadora:


-NECESITO volver a verte.


¿Ahora viene la parte del beso? No, supusieron muy mal. Yo me hago rogar un poco más che. Con las últimas fuerzas que me quedaban saqué una lapicera de mi cartera, le anoté mi número de celular en la mano, le di un beso en la mejilla, de esos que dejan deseando un poco más, y me bajé del auto. Caminé lentamente hasta la puerta. Victoriosa, moviendo mis curvas de un lado a otro.


Al otro día, me levanté con la resaca de mi vida, pero feliz. Abrí todas las ventanas y puse Pescado Rabioso, sin importar mis vecinos. Miré el reloj, tenía que irme a lo de mi mamá, en realidad volar porque era tardísimo, como de costumbre.


Mientras caminaba vi que un auto me estaba siguiendo. Empecé a caminar más rápido. Cuando intenté cruzar a otra vereda, éste se me puso en frente. Quien estuviese adentro bajó la ventanilla y ahí vi ese rostro armonioso nuevamente, me dijo subí que te llevo. ¿Qué mina dentro de sus cabales podía decir que no? Entonces me subí, sorpresivamente accedió a llevarme a donde tenía que ir y me advirtió que a las cinco en punto me venía a buscar porque me quería conocer más. Por dentro pensé, me va a llevar a un telo. Espero que por lo menos sea decente.


Pero no, me llevó a una plaza muy linda, cerca de Palermo. Sacó un mantel y ambos nos tiramos. Después de hablar bastante, nos quedamos callados. No tuvo mejor idea que decir la típica “que lindo día” (detesto que hagan eso), le contesté “los prefiero nublados”. Se sentó, sonrió, me miró acostada y me partió la boca. Gracias a Dios.


Salimos muchas veces más y nos pusimos de novios. Los dos primeros meses era pura felicidad, como pasa con todos. Un poco más de tiempo después, empezaron las discusiones. Él era muy celoso y yo no me quedaba atrás. Y más siendo que él era un chico demasiado atractivo. O por lo menos yo lo veía así. Aunque yo también tenía un par de pretendientes, siempre hay que tener algún as bajo la manga.


A pesar de que seguimos con la relación y arreglamos nuestros problemas, yo le tenía cierta desconfianza. Por eso, un domingo, que él se había quedado a dormir, se me ocurrió agarrar su celular. ¿Para qué? 200 mensajes, y no les miento. 200 mensajes de una tal Lorena. Se imaginan qué pasó, lo desperté a los gritos, lo eché de mi departamento semidesnudo, le revoleé la ropa y el celular. Casi se le rompe, pero desgraciadamente no sucedió así.


Estuvimos un mes separados. Un mes en el cual yo no paré de llorar. Un mes que no me dejó de llamar pidiéndome disculpas y diciéndome que había sido todo un mal entendido, con el pretexto de “son de un amigo”. ¿Me había visto cara de estúpida? ¿Cómo pensó que me iba a tragar ese cuento? Pero yo lo amaba tanto, que lo perdoné, con la condición de que si me lo hacía de nuevo, no sólo no iba a tener otra oportunidad sino que también juré quemarle toda su casa, con él incluido y el auto también. Solamente sacaría a su perro Hércules.


Ya habíamos cumplido un año y medio más, cuando me pidió que nos fuésemos a vivir juntos. Yo no estaba muy segura de dar ese paso. Por un lado no quería vender mi hogar y por el otro, si me había metido los cuernos una vez, quién me garantizaba que no lo había vuelto a hacer o que no lo iba a hacer en un futuro. Entonces respondí que lo iba a pensar.

Llevé a cabo la misma estratagema que la última vez. Con una diferencia, ya le había preparado la ropita en una bolsa al lado de la puerta. Y lo bien que había hecho, porque ésta vez no encontré 200 mensajes, sino 300 de tantan tantan ♫ ¡LORENA!

Que me engañara era una cosa, ahora con la misma no lo pedía permitir. Una vez más, lo levanté a los gritos y agarré la escoba, empecé a pegarle todo lo que tuviera a mi alcance. Aunque tuve que soportar varios “¡loca!” y pavadas como “es una falta de respeto que me revises mis cosas, bla bla bla”, terminé yo la discusión gritándole “aaaah porque no es una falta de respeto que me conviertas en la cornuda del barrio” y le cerré la puerta en la cara. Me parece que le golpeé la nariz. Si fue así, me felicito a mí misma.


Otro mes separados. Pero ahora yo ya no lloraba de tristeza, sino de bronca, de que me tratara de estúpida. Y él otro mes llamando sin cesar y dejándome mensajes, hasta algunas amenazas. A veces me seguía pero en cuanto lo veía, aceleraba y se iba.

La semana pasada le di otra oportunidad, pero le dije:


-La tercera es la vencida y me podes amenazar todo lo que quieras, que no voy a volver con vos si me lo haces de nuevo. Te levanto una denuncia y ya.


Ramiro aceptó con una cara de angelito que me hizo pensar que no lo iba a volver a hacer.


¿Y qué creen que pasó? Lo hizo de nuevo, pero esta vez se fue al carajo.


Estábamos probando una semana de convivencia. El jueves a la noche, volví más temprano de lo habitual, había comprado para hacer una comida rica, para estar con él, a ver si reanimábamos el fuego. Pero él ya lo había hecho solito. Bah, con la famosa Lorena. En mi cama.


Ojalá que nunca les pase eso. Es horrible la sensación de entrar a tu propia habitación y ver a quien se suponía que era el amor de tu vida, cogiéndose a otra. A Lorena, tu archi enemiga de la infancia, o a quien fuese, era otro cuerpo. Es como si todo a tu alrededor se desvaneciera, como si solamente vieras eso y te querés despertar y no podes, porque no es sueño. Te preguntás qué te hizo querer a ese hijo de puta y decirle te amo alguna vez en tu vida.


Fue como si de un segundo a otro me hubiese vuelto autista. No escuché explicaciones, no dije ni grité nada, solamente saqué sus cosas y tenía la mirada perdida.

Cuando logré sacar a esos dos seres despreciables, me senté al borde de la cama y empecé a llorar.


Eso pasó hace cuatro horas.


Las sábanas en donde estuvieron las quemé en la terraza, cuando no había nadie.


Tengo cinco mensajes de Ramiro, y mañana cuando me levante voy a ir a la comisaría.




Y todavía tengo la mirada perdida. Y todavía estoy llorando.

5 comentarios:

mutantt dijo...

La gente es una porquería.Nenes,nenas,todos hacen sufrir a todos por igual...
Nunca se llega a conocer verdaderamente al otro lamentablemente ._.
Espero que tú andes bien muchachita! Te mando muchos besos!

Alan dijo...

Creo que no estoy para estas historias :(, pero tampoco tomes tan a pecho lo que escribió mutantt (piki botona si me leés te voy a pegar) [?]. No creo que sea todo así, mantené la esperanza como yo.
Aparte, así como fue un cruze de miradas lo que unió, fue otro el que terminó. No me gustan las historias de hadas que lo vio, se enamoró y vivieron físicamente para siempre, jaja, creo que estoy un poco traumado, loco, y sí, me cuelgo porque escribo poco y nada, abandono un poco el blog (no como vos) y trato de vivir una vida que o no es la mía, o a veces pretendo que así sea.
Cualquier cosa hablamos, un abrazo y gracias por acordarte de mí :)

Julieta dijo...

"le dijo que por favor hiciera algo por mí esa noche, debido a que estaba completamente desesperada, ya hacía tres años que no salía con hombres y tenía miedo de que la empezara a mirar a ella" jajaja, me hizo reir esa parte.

Además de que tus amigas siempre te tiran esas frases esperanzadoras, “está buscando una relación seria”, “no paró de nombrarte cada vez que podía”, “se nota que le re gustas” o “el que no arriesga, no gana”. Siempre te tiran esas frases "esperanzadoras" que te terminan haciendo peor.

Me encantó. Aunque, como ya te dije, me gustó más la primera parte que era más linda. La parte de NECESITO verte, me mató ajajaaja.

Te amo ♥

Micaela de San Francisco dijo...

Soy la seguidora number one de tus escritos solcito te amo amiga y mucho

Sra. Television Amante de Pistolita dijo...

bueno
creo que todos esperamos que nuestra vida sea un cuento de hadas, perfecta, y con un hombre o mujer quie solo nos vea a nosotros, pero la vida no es asi, si te atreves a amar tambien te atrevez a ser lastimado, todo va incluido al paquete, y no somos idiotas al perdonar solo queremos que nuestro cuento no se acabe de esa forma
he intentamos darle un mejor fin